Glorioso Príncipe de la Milicia Celestial, San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla y en la terrible guerra que estamos librando con los principados y potestades, contra los dominadores del mundo de las tinieblas y contra los espíritus malignos. Ven en ayuda del hombre, a quien Dios Todopoderoso creó inmortal, hecho a su imagen y semejanza y redimido a un gran precio de la tiranía de Satanás.

Luchar en este día la batalla del Señor, junto con los santos ángeles, como ya has luchado contra el líder de los ángeles soberbios, Lucifer, y su ejército apóstata, que eran poco poderosos para resistirte, no hay lugar para ellos en el cielo por más tiempo. Esa serpiente cruel y antigua, que se llama diablo o Satanás, que seduce a todo el mundo, fue lanzado al abismo con sus ángeles.

He ahí, donde este enemigo primitivo y asesino de los hombres ha tenido coraje. Transformado en ángel de luz, vaga por toda la multitud de los espíritus malvados, invadiendo la tierra para borrar el nombre de Dios y de Cristo, para apoderarse, matar y lanzar a las almas a la perdición eterna, almas que fueron destinadas a la corona de la gloria eterna.

Este dragón malvado derrama, como la inundación más impura, el veneno de su malicia en los hombres de depravada mente y corazón corrupto, derrama el espíritu de la mentira, de impiedad, de blasfemia, y el aliento pestilente de impureza, de todo vicio e iniquidad.

Estos enemigos los más astutos han llenado y embriagado con hiel y amargura la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, poniendo sus manos impías en sus posesiones más sagradas. En el Lugar Santo, donde la sede de San Pedro y del Presidente de la verdad se ha configurado como la luz del mundo, los enemigos han levantado el trono de su abominable impiedad con el inicuo concepto de que cuando el Pastor se ha alcanzado, oveja será.

Levántate pues, oh Príncipe invencible, trae tu ayuda contra los ataques de los espíritus perdidos al pueblo de Dios, y dale la victoria. Ellos te veneran como su protector y mecenas, la Santa y Gloriosa Iglesia como su defensa contra el poder maligno del infierno; a ti Dios ha confiado las almas de los hombres para que se establezcan en una celestial bienaventuranza.

Oh, orar al Dios de paz que ponga a Satanás bajo vuestros pies y que siga conquistado, que ya no puede ser capaz de mantener a los hombres en cautiverio y perjudicar a la Iglesia. Ofrecemos nuestras oraciones a la vista de el Altísimo, para que rápidamente puedan encontrar misericordia ante los ojos del Señor, y vencer al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, hazlo tu otra vez cautivo en el abismo, que ya no puede seducir a las naciones. Amen.

V. He aquí la Cruz del Señor, se dispersarán vosotros potencias hostiles.
R. El León de la tribu de Judá ha conquistado la raíz de David.
V. Que tu misericordia venga sobre nosotros, oh Señor.
R. Como lo esperamos de ti.
V. Oh Señor, escucha mi oración.
R. Y que mi grito llegue hasta ti.

Oremos

Oh Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, hacemos un llamado en tu santo Nombre y como suplicantes, imploramos tu clemencia, para que por la intercesión de María, siempre Virgen Inmaculada, Madre nuestra, y el glorioso San Miguel Arcángel, te dignes a ayudarnos contra Satanás y contra todos los espíritus inmundos que deambulan por el mundo para la lesión de la raza humana y la ruina de las almas. Amén.

Gloria y Paz.