Oh, glorioso San Miguel Arcángel, tu fidelidad inquebrantable hacia el Creador es el faro que ilumina el camino de nuestras almas errantes. En cada amanecer y cada ocaso, tu lealtad al Todopoderoso permanece tan inmutable como el firmamento, enseñándonos que la verdadera devoción trasciende el tiempo y las pruebas.
En el silencio de nuestro corazón, anhelamos reflejar tu fidelidad divina, aprendiendo a servir con un espíritu incondicional y una confianza completa en la voluntad de Dios. Que tu ejemplo nos inspire a permanecer leales a nuestros principios y valores, incluso cuando las tormentas de la vida amenacen con desviarnos de nuestro curso.
Te suplicamos, San Miguel, guíanos en el arte de la fidelidad; que nuestras vidas sean un testimonio vivo de amor y lealtad hacia Dios y hacia los demás. Ayúdanos a cultivar un corazón fiel, que no conozca la duda ni el desaliento, y que siempre busque la luz de la verdad divina.
Amén.
