San Miguel Arcángel, aunque poseedor de un poder inmenso, tu humildad es la joya que brilla con un brillo sereno en el firmamento celestial. Al inclinar tu espada ante el trono divino, demuestras una sumisión pura y una humildad que desafía toda grandiosidad terrenal.
Tu ejemplo nos enseña que la verdadera fuerza reside en la humildad, en reconocer la majestuosidad de Dios sobre todas las cosas. Aunque valiente guerrero, es tu humildad lo que nos atrae hacia ti, mostrando un camino de simpleza y reverencia hacia lo divino.
Oh, San Miguel, guíanos hacia la humildad que nos permite ver la gloria de Dios en toda la creación. Que la soberbia nunca encuentre morada en nuestros corazones, y que en la humildad, encontremos la verdadera grandeza del espíritu.
Amén.
