San Miguel Arcángel, glorioso príncipe celestial, guardián y defensor inquebrantable de las legiones divinas, eres testimonio vivo de la fuerza de la obediencia y la lealtad incondicional a la divina voluntad de Dios. Tu espada luminosa corta toda oscuridad, y tu escudo resguarda a todos los que buscan la verdad y la justicia, mostrándonos con ello el camino de rectitud y virtud que todo ser debe seguir.
Tu nombre, que significa “¿Quién como Dios?”, nos recuerda que en el universo, no hay poder superior al del Creador y que, pese a las tentaciones y batallas espirituales que enfrentemos, la victoria siempre será de aquellos que se mantengan fieles y obedientes a Su llamado. San Miguel, con tu valentía y compromiso, te erigiste como un muro infranqueable contra el mal, siendo un reflejo del amor y devoción que debemos profesar a nuestro Señor.
Oh gran Arcángel San Miguel, que tu ejemplo de obediencia y lealtad sea la brújula que guíe nuestras acciones y decisiones. Intercede por nosotros ante el trono del Altísimo, para que, inspirados por tu ejemplo, podamos enfrentar con valentía los desafíos de la vida, manteniendo siempre nuestra fe intacta y nuestro corazón alineado con la voluntad divina. Amén.
